Secta de sacerdotes jázaros cuya protectora era la princesa Ateh. Eran capaces de leer los sueños de los demás, habitarlos como si estuvieran en su propia casa y, recorriéndolos, cazar la presa indicada: un hombre, un objeto o un animal. Se ha conservado el escrito de uno de los más antiguos cazadores de sueños, que dice: «Estamos en los sueños como peces en el agua. De vez en cuando salimos de los sueños, rozamos con la mirada a la gente que recorre las orillas, pero enseguida volvemos a sumergirnos agitados, ya que solo en las profundidades nos sentimos bien. En los breves instantes de estas emersiones, advertimos en tierra firme un extraño ser, más lento que nosotros, acostumbrado a respirar de manera distinta de la nuestra y pegado a aquella tierra firme con todo su peso, y además privado del placer en el que nosotros vivimos como si fuese nuestro propio cuerpo. Porque aquí abajo placer y cuerpo son inseparables, son una misma cosa. También ese individuo que vive fuera de nosotros, pero dentro de un millón de años, y entre nosotros y él, además de los años, hay la terrible desgracia que se ha abatido sobre ese ser que vive fuera, puesto que ha separado el cuerpo del placer…»
Uno de los más célebres lectores de sueños se llamaba, según la leyenda, Muqaddasi al Safer. El alcanzo a penetrar en la más abismal profundidad del misterio, llegó a domesticar peces en los sueños de los otros, a abrir puertas, a nadar a una profundidad nunca antes alcanzada por nadie, hasta llegar a Dios, pues en el fondo de todo sueño se encuentra Dios. Y justo en ese momento le sucedió que nunca más pudo leer los sueños. Durante mucho tiempo pensó que había alcanzado la cúspide y que era imposible ir más allá en esa práctica mística. Para quien descubre que ha llegado al final del camino, éste se vuelve inútil, y de hecho se le niega. Pero la gente alrededor de él no pensaba así. Ellos refirieron en una ocasión este asunto a la princesa Ateh y entonces ella les explicó el caso de Muqaddasi al Safer:
Una vez al mes, para la fiesta de la sal, los partidarios del khagán jázaro luchan a muerte, en los suburbios de nuestras tres capitales, contra vosotros, mis fieles súbditos. Al caer la noche, cuando sus muertos son enterrados en los cementerios judíos, árabes, o griegos, y los míos en el jázaro, el khagán abre silenciosamente la puerta de cobre de mi alcoba y avanza con una vela cuya llama huele y tiembla de pasión. En ese momento ya no le miro, pues se parece a todos los amantes del mundo golpeados en la cara por la felicidad. Pasamos la noche juntos, pero al alba, cuando se va, yo miro en el cobre pulido de la puerta su cara y logro entender de su cansancio qué piensa, de donde viene y quién es.
Lo mismo ocurre con vuestro cazador de sueños. Con seguridad ha alcanzado la cima de su arte, ha rezado en el templo de los sueños de la gente y allá abajo, en la conciencia de los soñadores, quién sabe cuántas veces ha resultado muerto. Fue tal su arte que la más bella materia que existe, el sueño, comenzó a doblegarse a su voluntad. Pero si estuvo libre de errores en su ascensión hacia Dios, por lo que se le permitió divisarlo en el fondo de un sueño, ciertamente erró en el camino de regreso, cuando descendió desde las alturas a las cuales se había elevado. Era necesario que expiara ese error. ¡Cuidado con el regreso¡ –concluyó la princesa Ateh–. Un mal descenso puede anular una feliz ascensión a la montaña.
Uno de los más célebres lectores de sueños se llamaba, según la leyenda, Muqaddasi al Safer. El alcanzo a penetrar en la más abismal profundidad del misterio, llegó a domesticar peces en los sueños de los otros, a abrir puertas, a nadar a una profundidad nunca antes alcanzada por nadie, hasta llegar a Dios, pues en el fondo de todo sueño se encuentra Dios. Y justo en ese momento le sucedió que nunca más pudo leer los sueños. Durante mucho tiempo pensó que había alcanzado la cúspide y que era imposible ir más allá en esa práctica mística. Para quien descubre que ha llegado al final del camino, éste se vuelve inútil, y de hecho se le niega. Pero la gente alrededor de él no pensaba así. Ellos refirieron en una ocasión este asunto a la princesa Ateh y entonces ella les explicó el caso de Muqaddasi al Safer:
Una vez al mes, para la fiesta de la sal, los partidarios del khagán jázaro luchan a muerte, en los suburbios de nuestras tres capitales, contra vosotros, mis fieles súbditos. Al caer la noche, cuando sus muertos son enterrados en los cementerios judíos, árabes, o griegos, y los míos en el jázaro, el khagán abre silenciosamente la puerta de cobre de mi alcoba y avanza con una vela cuya llama huele y tiembla de pasión. En ese momento ya no le miro, pues se parece a todos los amantes del mundo golpeados en la cara por la felicidad. Pasamos la noche juntos, pero al alba, cuando se va, yo miro en el cobre pulido de la puerta su cara y logro entender de su cansancio qué piensa, de donde viene y quién es.
Lo mismo ocurre con vuestro cazador de sueños. Con seguridad ha alcanzado la cima de su arte, ha rezado en el templo de los sueños de la gente y allá abajo, en la conciencia de los soñadores, quién sabe cuántas veces ha resultado muerto. Fue tal su arte que la más bella materia que existe, el sueño, comenzó a doblegarse a su voluntad. Pero si estuvo libre de errores en su ascensión hacia Dios, por lo que se le permitió divisarlo en el fondo de un sueño, ciertamente erró en el camino de regreso, cuando descendió desde las alturas a las cuales se había elevado. Era necesario que expiara ese error. ¡Cuidado con el regreso¡ –concluyó la princesa Ateh–. Un mal descenso puede anular una feliz ascensión a la montaña.
Aporte de PedroTT para Q-entos
3 comentarios:
Gracias Pedro por tus aportes, todo un descubrimiento este autor para mi. Me interesa mucho, asi que pronto habra mas.
Saludos.
Qué bueno, la verdad a mí también me ha llamado mucho la atención este autor, lastima que puedo decir muy poco de el, pero gracias al internet y a en una conferencia que impartió un maestro que me dio taller de literatura hace tiempo, quien por cierto fue quien me dio a conocer a Pavic, habló del estilo de este autor, quien se ha dado a conocer por un tipo de texto llamado "Hipertexto", que ahora está de moda y de hecho quienes usamos el internet lo usamos a diario, según Wilkipedia: "Se denomina "hiperficción" o "narración hipertextual" a las narraciones escritas mediante hipertexto, es decir, compuestas por un conjunto de fragmentos de texto (que algunos llaman lexías) relacionados entre sí por enlaces. Se caracterizan por no tener un único camino establecido por el autor, sino que deja al lector la capacidad de elegir su camino entre varios posibles. En ocasiones no tiene ni siquiera un principio establecido. Casi nunca tiene final. Las versiones más extremas permiten al lector modificar la obra, o bien directamente, o bien colaborando con el autor original", que no es nada nuevo, sabemos que Rayuela de Cortázar lleva este estilo por poner un ejemplo. Debido a este estilo, con el relato de "Digitación", que se encuentra en proceso de revisión y me imagino que ya te llegó a tu correo tuve la necesidad de "recolectar" texto de dos o tres secciones del libro para poder armar la narración para lograr abarcar el tema.
Quedo muy bien la edición, felicidades.
Saludos y gracias
Interesante lo del hipertexto, la verdad no se me habia ocurrido. Parece ser la tecnologizacion (perdon por inventar palabras) de los famosos cuentos "elije tu propia aventura".
Creo que estos dos tipos de lecturas donde el lector tiene el poder de decidir lo que va a leer se aleja un poco del ideal de la literatura. El valor esta en sumergirse en el mundo que propone el autor, ser parte de el pero de una manera conductiva. Si los lectores estamos con esa capacidad de mofidicar, el misterio, la intriga, el interes, etc. ya no deviene de un relato llevadero sino de otras cuestiones. Es como un medio interactivo de divertimento. Rayuela es un caso diferente, se lo puede leer de cualquiera manera, convencional o no.
Salutte!
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